Virginia Beach: guía e información turística
Si me piden que encuentre una ciudad italiana que pueda servir de comparación para describir Virginia Beach en una sola palabra, no tengo ninguna duda: respondo Riccione, sin lugar a dudas. Cualquiera que haya estado allí sabe que he acertado.
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Virginia Beach: información útil
Virginia Beach se asoma al océano Atlántico, justo en la desembocadura de la ilimitada bahía de Chesapeake, que siempre ha sido una de las zonas más destacadas de la historia estadounidense. Es una ciudad de unos 480.000 habitantes que se convierten en muchos más durante la temporada estival, lo que la convierte en una de las más pobladas de la ya populosa Virginia.
Se puede llegar a ella en unas 5 horas en coche desde Washington DC o en un par de horas desde el más cercano de Richmond, pero hay que tener en cuenta las frecuentes ralentizaciones e igualmente frecuentes atascos que caracterizan las carreteras de esta parte de Estados Unidos (experiencia personal….plurima….), con especial referencia a la infame I-95. Como alternativa, se puede volar al aeropuerto de Norfolk, situado a poca distancia (incluso desde Washington, con un vuelo directo que dura aproximadamente una hora), o utilizar uno de los infalibles servicios capilares de autobús que recorren toda América. Quienes, por el contrario, deseen utilizar el tren, deben ponerse en contacto con Amtrak ofreciendo su Regional Noreste desde Boston o Springfield Massachusetts: en este caso, sin embargo, la conexión no es directa (hay que seguir utilizando autobuses) y hay que prever varias horas adicionales en comparación con las soluciones mencionadas anteriormente.
En Virginia Beach, aunque el clima es extremadamente favorable durante todo el año con inviernos que nunca son duros gracias a la presencia mitigadora del mar, se va casi exclusivamente en verano para disfrutar de los muchos días de sol que están «garantizados» en esa época. Cuidado, sin embargo, con la potencia del sol, que alcanza niveles desconocidos en nuestras latitudes.
Qué ver en Virginia Beach
A Virginia Beach se va principalmente por una razón: para ir a la playa. La ciudad goza de una larguísima orilla arenosa, kilómetros y kilómetros de arena fina prácticamente ininterrumpida con un perfil casi rectilíneo excepto en la zona donde el Bahía de Chesapeake. Creo que es difícil encontrar en la naturaleza un ejemplo igual de llamativo de un perfil regular. Es imposible no encontrar el ángulo que se adapte a las necesidades de cada uno, desde las zonas más remotas y tranquilas hasta las más concurridas del malecón central, donde la gigantesca (y llamativa…) estatua de Neptuno, de casi 10 metros de altura, escruta el océano sin límites con una severa mirada de desafío.
En general, las playas están equipadas en el sentido de que hay aseos, duchas y Salvavidasmientras que uno tiene que ocuparse por su cuenta de las tumbonas y sombrillas.
Es obvio, para una ciudad cuya economía se basa casi esencialmente en el turismo, que la oferta de alojamiento cubre todas las necesidades. Desde una casita para alquilar directamente en la playa, pasando por moteles baratos, hasta grandes hoteles cerca del mar, que objetivamente no encajan en el perfil de la ciudad debido a su engorrosa presencia que oscurece la vista, hay una solución adecuada para todos.
Ni que decir tiene que la oferta de restaurantes y locales nocturnos también es amplia y satisface todos los paladares. Mi preferencia personal es por Hot Tuna Bar & Grill, donde podrá disfrutar de un filete de atún celibato reservado, más único que raro, incluso para el menú infantil (los niños también reciben un frisbee gratis).
Por supuesto, no faltan las diversiones típicas de las estaciones balnearias: parque acuático, golf y minigolf, alquiler de bicicletas, lo que quiera. Hay de todo, pero de todo de verdad. También está el gran centro comercial cercano al aeropuerto militar de Oceana.
En resumen, al igual que en Riccione, la vida en Virginia Beach tiene lugar de forma regular: se va a la playa durante el día, cubierto de aceite solar con la máxima protección para evitar quemaduras bajo el sol de Virginia, y se sale por la noche para la intensa vida social, enriquecida durante el verano por conciertos y eventos de todo tipo: la lista es muy larga y los acontecimientos muy frecuentes, incluso teniendo en cuenta que el verano americano, entre campamentos de verano para niños y vacaciones limitadas en comparación con los estándares a los que estamos acostumbrados los europeos, es mucho más corto que el nuestro.
Qué ver cerca de Virginia Beach
Uno de los valores añadidos de Virginia Beach es sin duda la de su situación geográfica, que la convierte en un punto de partida ideal para una serie de visitas a itinerarios ciertamente poco conocidos en suelo patrio.
Basta con desplazarse unos kilómetros hacia el sur para llegar al verdadero paraíso natural que son las Bancos Exteriores, una delgada franja de tierra que se adentra en el océano y que literalmente secuestró mi corazón con el rugido de sus olas y la soledad de sus playas. Hay además decenas de kilómetros de playas vírgenes que no dejan indiferente a nadie, tal es su belleza. Los aficionados a la aviación encontrarán allí la pista de aterrizaje de Kitty Hawk, elegida por el clima favorable, donde los hermanos Wright volaron por primera vez a principios del siglo XX.
Por el contrario, en dirección norte se llega a Norfolk, la principal base naval de la Marina estadounidense en el océano Atlántico. Aquí visitaremos el museo naval, perfectamente conservado, alojado a bordo del acorazado Wisconsin, y recorreremos la base naval en visitas organizadas.
Si decide continuar y tomar la I-64 cruzará la parte sur de la bahía y se encontrará en Hampton. A partir de aquí comienza una de las zonas más ricas en historia de toda América. El pueblo de Williamsburg, por ejemplo, una auténtica máquina del tiempo donde todo se conserva intacto de la época de la Revolución y los habitantes pasean en calesas con trajes de época, está a sólo unos kilómetros. Lo mismo ocurre con Yorktown, el lugar sagrado de la victoria final de los estadounidenses sobre los británicos, que se encuentra a poca distancia.
Si, por el contrario, se decide cruzar la bahía en su totalidad tomando la US-13 con su extraño puente, en parte elevado y en parte sumergido, se llega a una de las zonas más deshabitadas de Virginia, rica en naturaleza incontaminada y senderos para la observación de aves. Las mismas emociones se pueden encontrar en el Great Dismal Swamp, un estanque en una zona protegida rica en animales y plantas.
Y si aún no es suficiente, puede pasar un día en el Jardín Buschgran parque de atracciones cerca de Williamsburg,
En resumen, ¡una oferta completa!